Desde que el cinematógrafo llegó a Sevilla, con la primera proyección el 17 de septiembre de 1896 en el salón El Suizo, en plena calle Sierpes (en lo que después sería el Teatro Imperial y actualmente una gran librería), han sido numerosos los directores, autores, y cineastas en general, los que han elegido nuestra ciudad como escenario para sus historias. Y es que desde aquellos entonces hasta la fecha, el número de rodajes que han visto nuestras calles ronda los mil. Eso sí, teniendo en cuenta no solo los largometrajes, sino también los cortometrajes, documentales y publicidad.
Y como es lógico, no sólo sus calles y sus gentes se han visto reflejadas en las filmaciones. Sus costumbres, sus fiestas, sus tradiciones, también han tenido cabida en las historias. Las procesiones de la Semana Santa son uno de los ejemplos más claros. Las imágenes de vírgenes, cristos, nazarenos, la música que los acompaña, las saetas, han aparecido y han sido parte de numerosas películas, aunque no tantas como muchos podrían pensar.
Y no es algo relativamente nuevo. En 1898, el camarógrafo Alexandre Promio, que trabajaba para los hermanos Lumière, grabó imágenes de varias procesiones, entre ellas las de Nuestro Padre Jesús de las Penas de Triana. Aunque hay quien dice que Promio no fue el primero, y que dos años antes, en 1896, el camarógrafo Henry Wiliam Short ya estuvo en Sevilla captando imágenes de nuestra Semana Santa. Sea como fuere, lo cierto es que dichas imágenes no se conservan.
INCIENSO Y FOTOGRAMAS
La mayor parte de las producciones que incluyen imágenes de las procesiones de nuestra ciudad son documentales, turísticos casi en su totalidad, de todas las partes del mundo. Pero entre ellos cabría destacar Semana Santa, la película que dirigió Manuel Gutiérrez Aragón en 1992, dedicada por completo a esta semana grande, con nombres tan importantes como los de Antón García Abril en la música y José Luis Alcaine en la fotografía. Un fastuoso espectáculo audiovisual y en su tiempo supuso todo un hito.
Otros documentales dedicados a estas fechas, pero bastante menos conocidos, son Vía Dolorosa (1947), un curioso recorrido por la historia de las cofradías de la ciudad, que llega a ser bastante aburrido, y los cortometrajes que Pilar Távora rodó en sus comienzos (Sevilla, Viernes Santo, Madrugada, Andalucía, entre el incienso y el sudor o Costaleros.
El caso de los largometrajes es distinto. No son tantos como se cabría esperar en un principio. Y además, la Semana Santa suele ser un mero acompañante, un breve momento en una historia en la que, en la mayoría de ocasiones, apenas tiene importancia más allá de la escena en la que está presente.
En la filmografía española podríamos destacar Currito de la Cruz. Esta película tiene cuatro versiones distintas (lo de los remakes no es tan moderno como algunos podrían pensar...). La primera es de 1926, dirigida por Alejandro Pérez Lugín. Fernano Delgado hizo una nueva adaptación en 1936; en 1949 Luis Lucia dirigió la más conocida de todas, y en 1965 Rafael Gil realizó una cuarta versión de la historia. El tema del argumento se centraba en el mundo de los toros, pero la Semana Santa aparece, ya casi al final de la historia, cuando la chica de la historia (en la versión de Lucia era una jovencita Nati Mistral) canta una saeta al Gran Poder, lo que provoca el reencuentro con su padre y el posterior final feliz de la historia.
En 1999 Mateo Gil dirigió Nadie conoce a nadie, película que sí dedicaba mayor tiempo a la temática referida y que creó cierta polémica (algunos sectores se sintieron muy ofendidos), sobre todo con aquella secuencia final con Jordi Mollá saliendo de dentro de la Virgen en plena procesión de la Madrugá.
LA MIRADA DEL EXTRANJERO
También han sido bastantes las producciones foráneas que han grabado y usado imágenes de la Semana Santa sevillana, aunque en la mayoría de los casos, no es más que un asunto accesorio, un momento más en el argumento que (normalmente) poco tiene que ver con la trama principal.
Por ejemplo, el prestigioso director italiano Francesco Rossi, que en 1965 vino a Andalucía a rodar El momento de la verdad (Il momento de la veritá), película fallida protagonizada por el diestro Miguel Mateo 'Miguelín', donde se cuenta la historia de un campesino que llega a ser torero. La cinta comienza con unas tomas de la Semana Santa hispalense, de gran belleza estética y plástica, concretamente de la salida de la Hermandad de San Esteban.
O la coproducción europea, dirigida por el alemán Pepe Danquart, Angel of death (en nuestro país se llamó Semana Santa), en el que Mira Sorvino era una detective venida de Madrid para investigar una serie de asesinatos rituales cometidos en plenas fiestas en nuestra ciudad. La película (como la mayoría de las que aquí tratamos) era bastante floja, fallida y pasó sin pena ni gloria por las pantallas.
Y, ¿cómo olvidar el deleznable espectáculo que supuso aquel producto perpetrado por John Woo, que fue Misión Imposible 2?, ¿cómo olvidar aquella Semana Santa sevillana con mujeres vestidas de falleras, hombres con el traje típico de San Fermín, y quemando las imágenes al final de la procesión? La película era mala de solemnidad, y las escenas de las procesiones bastante alejadas de la realidad.
Aunque quizás el ejemplo más curioso sea el de la cinta alemana Bin ich schön? (¿Soy guapa?), un filme de 1998 dirigido por Doris Dorrie, que sigue inédito en nuestro país, y en el que se puede ver a la conocida actriz Franka Potente, cantando una saeta (¡en alemán!) a un falso palio delante de la parroquia de San Bernardo.
Una historia anodina
estados unidos, 2009.
título original: love and other impossible pursuits. director: don ross. producción: carol cuddy, marc platt. guion: don ross basado en la novela de ayelet waldman. fotografía: steve yedlin. música: john swihart. montaje: david codron. intérpretes: natalie portman, scott cohen, lisa kudrow, lauren ambrose, anthony rapp, charlie tahan, debra monk, michael cristofer, mona lerche
Aprovechando el reciente Oscar a Natalie Portman, se estrena esta cinta rodada hace ya dos años y que en su momento quedó guardada en un cajón a la espera de fecha de estreno, y que, a saber por qué motivo, aún seguía allí. Al menos, eso podría parecer en un principio, ya que la cinta está plagada de nombres populares y rostros conocidos (de esos que, al verlos, sabes que has visto en varias películas, aunque ni recuerdas cuáles ni sabes el nombre del intérprete en cuestión). Pero lo cierto es que, una vez vista, empiezas a comprender por qué se quedó guardada en un cajón, por qué no se estrenó en su momento, y por qué ha sido ahora, aprovechando el tirón del premio recibido por Portman, cuando se ha recuperado del olvido.
Aunque está rodada con solvencia, aunque no hay errores claros que se le puedan achacar, aunque la puesta en escena sea más que correcta, esté bien iluminada y (en la mayoría de momentos) bien interpretada, la cinta tiene un tufillo permanente a telefilme que tira de espaldas. Tanto en su temática, como en el modo de abordarla, como en su resolución.
El argumento gira en torno a la joven abogada Emilia Greenleaf, casada con su jefe (que estaba casado cuando se conocieron), que acaba de perder a su hija, fallecida a los tres días de nacer. A pesar de su dolor, se esfuerza por conectar con su hijastro William. Pero lo que más le cuesta es lidiar con las constantes intromisiones de la celosa y furiosa ex-mujer de su marido.
La película quiere ser una comedia con tintes románticos y dramáticos, pero es un drama romántico con algún toque cómico. Los personajes evolucionan todos del mismo modo: empiezan cayéndonos mal (desde el niño, hasta su madre, el padre de la protagonista, su marido...) y al final son todos buenos... Y con Natalie Portman ocurre casi lo contrario, y a medida que va pasando el tiempo uno le va cogiendo más tirria.
Es la típica película independiente rodada en Nueva York, un drama con temática dura (la muerte súbita de un bebé), bien interpretada, pero adolece de una monotonía que aburre. Mantiene siempre el mismo ritmo, la misma intensidad, la historia no evoluciona, es lineal y no hay la más mínima sorpresa. Una historia anodina para fans de Natalie, pero poco más.
Un cuento para adolescentes
estados unidos, 2011.
título original: red riding hood. directora: catherine hardwicke. producción: leonardo dicaprio, jennifer davisson killoran, alex mace, julie yorn. guion: david johnson. fotografía: mandy walker. música: alex heffes, brian reitzell. montaje: nancy richardson, julia wong. intérpretes: amanda seyfreid, gary oldman, billy burke, shiloh fernandez, max irons, virginia madsen, lukas haas, julie christie, shauna kain.
Enésima versión del clásico cuento infantil que se lleva a imagen real, no sólo en largometrajes, y no todas ellas dirigidas al público infantil, ni protagonizadas por niñas (recuerdo, por ejemplo a Emmanuelle Beart, Christina Ricci, Estella Warren..., y ¿qué decir de En compañía de lobos de Neil Jordan?) En esta ocasión la historia cuenta con una protagonista pseudo-adolescente (Amanda Seyfreid es algo mayor que el público al que se dirige la película), y la cinta trata desesperada e indudablemente de aprovechar el tirón de taquilla conseguido por la saga Crepúsculo, y llenar las salas de quinceañeras saturadas de hormonas, sustituyendo al lobo de la historia original por un licántropo, un hombre lobo que tiene aterrorizado al pueblo desde hace años.
La acción se desarrolla en un medievo cursi (sólo las creencias, los miedos, permaneces; todo lo demás, el aspecto físico, visual, es demasiado kitsch). Los habitantes de Daggerhorn, un poblado perdido en medio de un bosque, llevan generaciones viviendo con pánico ante la presencia de un hombre lobo que habita oculto entre los frondosos árboles. Tienen un pacto no escrito, y cada luna llena le ofrecen un animal como sacrificio para saciar su hambre. A cambio, él se mantiene alejado de ellos. Pero un día ataca y mata a la hermana mayor de Valerie, evitando sus planes de huir con Peter, un joven leñador del que está enamorada, ya que acaba de descubrir que sus padres planean casarla con Henry, el hijo de la familia más rica del pueblo. Sedientos de venganza, el pueblo decide llamar al padre Solomon, famoso cazador de hombres-lobo, que provoca aún más miedo entre todos al confirmarles que durante el día, la bestia adquiere su forma humana, y que podría ser cualquiera de ellos.
Resulta curioso que la directora del filme (por cierto, encargada también de la primera entrega de la saga Crepúsculo de la que esta cinta es indudable deudora) diga que hemos conocido una versión light del cuento, y que en realidad es una historia mucho más oscura, cuando su película es completamente light, muy limpia, parece que va a esbozar temas siniestros, oscuros, pero no termina de meterse en ellos. Al contrario, cada vez que amenaza con meterse en algún tema siniestro acaba desviándose hacia algo más dulce, hacia un romance almibarado. Así, la cinta parece que va a introducir dosis de erotismo (sobre todo en esa fiesta orgiástica para celebrar la (falsa) muerte de la bestia) pero el sensual baile acaba en una danza típica del medievo), o roza el incesto (pero también se desvía a última hora)...
Ni siquiera el reparto, plagado de nombres conocidos, levanta una película que era innecesaria (¿de verdad necesitábamos una nueva versión de este cuento clásico?). Quizás Julie Christie salve un poco los papeles, pero el resto... (¿qué le ha pasado a Gary Oldman, qué ha sido del actor de talento al que admirábamos?) En definitiva, una película convencional, con un excesivo en innecesario abuso de movimientos de grúa para una cámara que no para quieta un momento, y que aúna una historia de amor de lo más convencional, con un thriller (el whodunit, 'quién lo hizo', clásico) que tampoco aporta nada: lanza pistas falsas, apuntando hacia varios posibles candidatos para al final descubrir que el culpable es... quien menos se espera. O sea, lo de siempre.
La nueva comedia romántica
estados unidos, 2010.
título original: happythankyoumoreplease. escrita y dirigida por: josh radnor. producción: jesse hara, benji kohn, chris papavasiliou, austin stark. fotografía: seamus tierney. música: jaymay. montaje: michael r. miller. intérpretes: josh radnor, malin akerman, kate mara, michael algieri, tony hale, zoe kazan, pablo schreiber, bram barouh, marna kohn, peter scanavino.
Cuando una película se alza con los premios otorgados por el público en festivales tan poco dados a la comercialidad como Sundance o San Sebastián, es bueno tenerla en cuenta. Y cuando esa película está escrita, dirigida y protagonizada por el actor principal de esa serie de culto en que se ha convertido Cómo conocí a vuestra madre, las expectativas sobre la cinta aumentan. Aunque la historia en cuestión no sea más que una comedia romántica, con todo lo que ello conlleva (y ya sabemos que no es un género precisamente que nos regale grandes obras, aunque el público acuda en masa a ver una tras otra de las historias que se producen en Hollywood.
HappyThankYouMorePlease, cinta de título largo y difícil traducción (con sentido) no es (después de todo) una excepción. Cierto que mejora la media de comedias románticas que continuamente nos llegan desde cualquier país (ya no sólo, Estados Unidos, sino de cualquier sitio, utilizando casi siempre los mismos patrones), pero ni es la única que lo ha hecho, ni es la que mejor lo ha hecho (lo de uno adultos empeñados en ser adolescentes, negándose a tomar las decisiones que su condición de adulto le exige, ya hace bastantes años que la disfrutamos (aquí sí, de verdad) con aquella fantástica Beautiful girls, por ejemplo).
La película nos cuenta la historia de Sam, un escritor que trata de vender su primera novela, y que se encuentra con un niño perdido de camino a una importante entrevista de trabajo. Poco después conoce a Mississippi, una bella camarera cantante a la que tratará de conquistar.
Radnor basa el argumento en cuatro historias fundamentales (o tres, según se mire): la de Sam con el niño perdido, la del mismo Sam con la chica de la que se ha enamorado, la de una pareja de amigos (Charlie y Mary Catherine) que se ven metidos sin querer en una crisis, y la de una amiga enferma (fantástica Malin Akerman) con un compañero de trabajo enamorado de ella, pero que la chica no puede ni ver. Las que protagoniza el propio Radnor ofrecen una de cal y una de arena, si bien su aventura con el crío resulta bastante interesante, y aporta un punto novedoso en lo visto hasta ahora en el género, además de estar muy bien tratado y presentado, su historia de amor con la chica, que era (presumiblemente) donde el director se iba a alejar de los tópicos cae de lleno en ellos, y es la historia de su amiga con su compañero la que destaca.
La cinta tiene buenas intenciones, algunos momentos de diálogos de gran calidad, y algún atisbo de talento, que nos hacen ver un futuro luminoso en la trayectoria de Radnor, pero no llega a ser lo que promete y lo que parecía que iba a ser en un principio. En el fondo es una comedia romántica más, por encima de la media eso sí, pero que repite esquemas y que acaba llegando al mismo puerto de siempre, una película que a algunos incluso llegará a recordarle al modo en que trata las relaciones (en alguna de sus numerosas películas) el maestro Woody Allen.
Buenas intenciones, malos resultados
españa, 2011.
escrita y dirigida por: tom fernández. producción: jaume roures, enrique gonzález macho. fotografía: arnau vall colomer. música: mauricio villavecchia. montaje: ángel hernández zoido. intérpretes: javier cámara, gonzalo de castro, jesse johnson, oona chaplin, emma suárez, geraldine chaplin, sira garcía .
Tras haber trabajado juntos en La torre de Suso, los actores Javier Cámara y Gonzalo de Castro, dos de los cómicos más populares de nuestro país, gracias a la televisión, vuelven a coincidir con el director de aquella cinta, Tom Fernández, en esta ¿Para qué sirve un oso?, que inauguró la decimocuarta edición del Festival de Cine Español de Málaga.
No nos engañemos: la película logrará su objetivo de atraer a un público numeroso a las salas, porque es una historia sencilla, accesible, una comedia que sus dos protagonistas venden muy bien, y que además pretende (y puede) llegar a todos los públicos (ni hay truculencias, ni violencia -más allá de algunos golpes cómicos-, ni nada que se pueda acercar a una intención sexual, en ningún momento). Pero esa es también, aunque parezca mentira, su principal handicap. Es una historia muy facilona, con buenas intenciones (el ecologismo, salvar al planeta, reciclar...) pero con malos resultados.
La película nos cuenta la vida de dos hermanos muy distintos. Guillermo es un biólogo de talento que, tras años en la Antártida, pierde la fe en lo que está haciendo y lo deja todo para volver a su pueblo; allí, la mujer que le crió (Josephine) le obliga a ir a buscar a su hermano, Alejandro, un zoologo que sólo tiene fe, que vive en un árbol en el medio del bosque y que, con la ayuda de un californiano recién diplomado pretende demostrar que hay osos en el bosque, para evitar la construcción de una urbanización.
Las intenciones, como decimos, del director son buenas, y las de sus protagonistas, también (de ellos son los mejores momentos de la cinta), pero el resultado no es el esperado, porque Fernández se pierde en el camino, se preocupa casi más por las tramas paralelas, la de las relaciones amorosas (o los intentos de lograrla) entre Alejandro y Natalia, la veterinaria del pueblo (una sorprendentemente sosa Emma Suárez), o las del joven investigador con la (también jovencita) profesora del colegio (Oona Chaplin, que se paseo la mañana del estreno por Málaga con unos altísimos tacones) y que no hay por donde cogerla; o la de la niña de la historia (en toda película que quiera llegar y educar a los pequeños tiene que haber una niña) que cada vez que aparece, relentiza todo, le quita ritmo, brillo...
¿Para qué sirve un oso? es una película de altibajos. Comienza mal, va mejorando poco a poco, pero después se pierde, por completo, parece que se recupera, pero es un espejismo y acaba completamente perdida, sin conseguir sus objetivos. Muy buenas intenciones, sí, pero pocos, casi ningún, logro. Además, se la ve venir desde muy lejos, y cualquiera puede adivinar cómo va a terminar la historia, para todos (y digo, todos) sus personajes, desde poco después de empezar.
Lo que no se dice
españa, 2010.
director: manuel martín cuenca. producción: manuel martín cuenca, camilo vives, joan borrell. guion: manuel martín cuenca, alejandro hernández. fotografía: rafael de la uz. montaje: ángel hernández zoido. intérpretes: rodrigo sáenz de heredia, verónica echegui, denis eyrey, antonio de la torre, manuel martínez roca, salvador gavilán ramos, elena saganovska, eva almaya, alejandro vera.
A pesar de que ya se ha demostrado en multitud de ocasiones que no es correcto ni acertado, todavía hay quien generaliza, quien piensa (y está convencido de que tiene razón) que todo el cine español es igual, y que no importa quién dirija, quién interprete, quién produzca, todas las películas tendrán un mismo estilo, independientemente del género al que pertenezcan. Afortunadamente, sabemos que no es verdad, y que cintas como la que se estrenó la semana pasada arrasando en taquilla (y cuyo nombre no diremos para no darle una publicidad que no necesita) y esta que tratamos hoy representan modos muy diferentes de hacer y entender el cine.
La mitad de Óscar es una película hecha a base de silencios. Lo que no se dice, lo que se calla, es tan importante o incluso más que lo que sí se cuenta. La cinta no tiene una banda sonora instrumental, ni una sola nota musical (ni siquiera incidental, la música que suena en una televisión, o en la radio de un coche que pasa) se oye en todo el metraje. Sólo las voces de los protagonistas, lo que dicen y lo que callan, el viento, el silencio. Su director, Manuel Martín Cuenca (que debutó en 2003 con la muy interesante La flaqueza del bolchevique, debut también de María Valverde) nos muestran a un director competente, de talento, arriesgado y ambicioso, que ha creado una historia que sólo es simple en apariencia, construida con tres episodios y a base de elipsis.
Óscar trabaja de vigilante en una salina semi-abandonada. Su vida se basa en la rutina. A la hora del almuerzo, Miguel un antiguo compañero ya jubilado, acude a verle y a llevarle la comida. Después del trabajo va a visitar a su único familiar cercano, su abuelo enfermo de alzheimer, que está en una residencia. De noche, vuelve a casa, mira el buzón y el contestador. Nunca hay cartas ni llamadas. Y al día siguiente lo mismo. Y al siguiente. Y al otro. Un día, en la residencia, le dicen que su abuelo ha empeorado y le han llevado al hospital. Y que han avisado a María, su hermana. Óscar lleva dos años sin noticias de ella, ni siquiera sabía que tenían su número en la residencia. María llega poco después, acompañada de su novio Jean, un francés del que Óscar jamás había oído hablar. Entre los hermanos la relación es tensa, algo parece que ocurrió en el pasado. Y es evidente que ella quiere pasar página, aunque él no esté demasiado de acuerdo.
La cinta tiene muy buenos momentos y una secuencia final casi sublime. Es una historia contada con sencillez, e interpretada con talento por su pareja protagonista, un desconocido Rodrigo Sáenz de Heredia, y una magnífica Verónica Echegui, cada vez más alejada del papel que le dio la fama en Yo soy la Juani. Es la demostración de que en el cine español no todo es igual, y de que con un poco de valor, y de saber hacer, se pueden lograr grandes películas como esta.
Indagar en el pasado
canadá, 2010.
título original: incendies. director: denis villeneuve. producción: luc déry, kim mccraw. guion: denis villeneuve, basado en la novela de wajdi mouawad. fotografía: andré turoin. música: grégoire hetzel. montaje: monique dartonne. intérpretes: lubna azabal, mélissa désormeaux-poulin, maxim gaudette, rémy girard, abdelghafour elaaziz, allen altman.
En una semana en la que prácticamente la mitad de las pantallas del país están tomadas por la misma película (no creo que sea necesario decir de cuál estoy hablando), es normal que el resto de cintas que entran, que tienen la mala suerte de coincidir en la fecha de estreno con este filme que, según me cuenta un amigo y por poner sólo un ejemplo, ocupa cuatro pantallas de las seis que tiene una ciudad como Mérida, queden total y absolutamente eclipsadas. Y es una verdadera lástima, porque entre ellas se encuentran historias tan apasionantes, tan duras, tan fascinantes como esta Incendies, que estuvo nominada al Oscar a la mejor película de habla no inglesa (y que no se lo llevó por muy poco), y que ya pasó con éxito por festivales como los de Toronto, Valladolid, Venecia, o la misma Mérida, donde tuve el placer de verla hace algo más de tres meses.
Basada en una afamada obra de teatro, aunque nadie lo diría viendo el trabajo que ha hecho Villeneuve con el lenguaje que utiliza para crear este filme, Incendies es una terrible historia, basada en cientos de historias reales, ocurridas en ese lugar tan complicado que es y siempre será Oriente Medio, concretamente entre Israel, Palestina y Líbano, narrando un drama familiar que podría exrapolarse a la imagen de un conflicto tan antiguo y con tantas raíces que resulta imposible de resolver.
Tras la muerte de Nawal Marwan, el notario Lebel les lee el testamento a sus hijos gemelos, Jeanne y Simon, que quedan atónitos al recibir la entrega de dos sobres, uno para su padre, que creían muerto, y otro para un hermano cuya existencia desconocían. Aunque Simon no es muy partidario de remover el pasado, el cariño que siente por su hermana, que ve en este enigmático legado la razón del mutismo de su madre, le hace acompañarla desde Canadá hasta sus raíces, para investigar, indagar en sus orígenes y cumplir los deseos de su madre, descubriendo que no conocían realmente a su madre, y se encontrarán con los horrores que tuvo que sufrir, y que la hicieron tan reservada como era.
Villeneuve utiliza dos tramas paralelas para contar la historia, la del pasado de la madre fallecida y la de la hija que investiga, reconstruyendo su desconocida historia. Y, aunque sepamos de antemano (intuyamos, más bien), que nos vamos a encontrar con el horror de cara, nada nos prepara para lo que finalmente descubrimos.
Incendies es una película muy dura, una experiencia difícil de olvidar, con imágenes poderosas que se clavan en la memoria y que no te dejan (la matanza del autobús es, quizás, uno de los ejemplos más claros, aunque no el único) y que demuestran cuán perjudicial puede ser el fanatismo religioso (de cualquier índole).
El futuro está escrito
reino unido, 2010.
título original: never let me go. director: mark romanek. producción: alex garland, andrew macdonald, allon reich. guion: alex garland, basado en la novela de kazuo ishiguro. fotografía: adam kimmel. música: rachel portman. montaje: barney pilling. intérpretes: carey mulligan, andrew garfield, keira knightley, isobel meikle-small, charlie rowe, ella purnell, charlotte rampling, sally hawkins, kate bowes renna
Hay ocasiones en las que uno se pregunta cómo demonios es posible que una determinada película no haga más que ganar premios allá donde va. Ejemplos hay muchos más de los que nos gustaría. Y del mismo modo, hay cintas que, inexplicablemente, pasan sin pena ni gloria por los certámenes y las entregas de premios que cada año se celebran (y son muchas). Nunca me abandones forma parte de este segundo grupo. No me entiendan mal, la cinta ha recogido algún que otro galardón, pero menos, bastantes menos, de los que han recopilado algunas de sus rivales, y menos de los que merece. Ello se ha debido, sobre todo, a que ha tenido la mala fortuna de coincidir en el mismo año con otra película británica que le ha arrebatado todo: El discurso del rey.
Nunca me abandones, basada en el libro homónimo de Kazuo Ishiguro, llega con mucho retraso a nuestras pantallas (de hecho, estaba previsto para el próximo viernes, pero se ha vuelto a atrasar una semana más) se desarrolla en una realidad alternativa, en una Inglaterra de ficción. Los tres protagonistas (Kathy, Tommy y Ruth) pasan su infancia en un internado exclusivo. Son felices, pese al excesivo control al que son sometidos, hasta que un día todo les queda revelado, y les comunican que su futuro ya está escrito, que su destino ya está atado, y que irremediablemente tendrán que acatarlo una vez que se hagan adultos.
Romanek (que ya dirigió Retratos de una obsesión) despliega un estilo visual elegante y engañosamente simple, y va desgranando una historia dura, dolorosa y triste, con unos personajes que no tienen futuro, pero que siempre albergan esperanzas.
Bellamente fotografiada, Nunca me abandones es una película demoledora e inquietante, una mezcla de cine romántico (con un triángulo amoroso) con la ciencia ficción que estructura toda la trama, ya desde su propia concepción como universo distópico, en la que (contrariamente a lo que ocurre en muchas otras cintas del género) no se lucha contra un gobierno opresor, sino que, al contrario, los protagonistas fueron educados para abrigar un sentimiento de orgullo por el lugar que ocupan en la sociedad, y no intentan huir, porque, de todos modos,no hay donde escapar.
Nunca me abandones es una película que perdura en la memoria, gracias, entre otras cosas a la soberbia banda sonora de Rachel Portman y las grandes interpretaciones del trío protagonista: Keira Knightley, que está estructurando una sólida carrera, intercalando filmes taquilleros de Hollywood con las obras de calidad que rueda en su país; Andrew Garfield, que será el nuevo Spider-Man; pero sobre todo Carey Mulligan, una estupendísima actriz que ofrece toda una lección de tristeza contenida, en su mirada, en su voz.
Una cinta poderosa
españa, 2010.
director: miguel ángel vivas. producción: vérane frédiani, emma lustres gómez, borja peña, franck ribiére. guion: miguel ángel vivas, javier garcía. fotografía: pedro j. márquez. música: sergio moure. montaje: josé manuel jiménez. intérpretes: fernando cayo, manuela vellés, ana wagener, dritan biba, guillermo barrientos, martijn kuiper, xoel yáñez
La segunda película de Miguel Ángel Vivas, que fue aclamada en el último Festival de Sitges, y que recibió varios premios en el Fantastic Film Festival de Austin, es una cinta que sorprende por la crudeza de su argumento y de sus imágenes (a veces con una violencia explícita que el espectador no se espera), y por la originalidad y valentía de su propuesta estética.
El referente que primero viene a la cabeza al ver Secuestrados es muy evidente, y es que el director bebe del Funny games de Michael Haneke sin que pueda negarlo en ningún momento. Aunque el resultado es claramente distinto. Resulta difícil de explicar, aunque podría resumirse diciendo que Secuestrados (sin llegar en ningún momento a ser una mala película, al contrario, tiene gran calidad), es la versión palomitera de la película del director austriaco.
El matrimonio compuesto por Jaime y Marta y su hija adolescente Isa se mudan a una lujosa casa en medio del campo. La primera noche, con todo lleno de cajas por desembalar, un grupo de albaneses entra a la fuerza en la casa y mientras mantiene retenidas a las mujeres, el jefe se va con el padre de familia. La idea es sacar el máximo dinero posible con las tarjetas de crédito de la familia lo más rápidamente posible. Pero en la casa no hay la calma que se preveía.
Vivas toma riesgos a la hora de contar la historia. Narra la odisea de la familia casi en tiempo real, sin apenas emplear elipsis, de modo realista e implacable, consiguiendo atacar los nervios del espectador. Y aún hay más: rueda cada secuencia en un solo plano, sin cortes, con el riesgo y el enorme trabajo que ello conlleva. Incluso llega a más en algunos momentos, sobresaliendo la larga secuencia final en la que divide la pantalla en dos, cada una un plano secuencia que terminan convergiendo en una única imagen.
El reparto es más que notable, destacando la joven Manuela Vellés, a la que casi todo el mundo recuerda por su debut en la muy floja Caótica Ana, pero que (inexplicablemente) muy pocos la recuerdan en su buen papel en Camino.
Secuestrados es una película intensa, que perturba por su gran realismo, con una tensión que va in crescendo, y que no deja respiro. Sorprende por su violencia, y nos presenta a un buen director de actores. Una cinta poderosa sobre los secuestros express, que puede ser la primera sorpresa española del año, una cinta que puede crecer por el boca a boca y convertirse en un éxito.
De remordimientos y venganzas
españa-argentina, 2010.
director: miguel cohan. producción: mariela besuievski, gerardo herrero, vanessa ragone. guion: miguel cohan, ana cohan. fotografía: hugo colace. música: lucio godoy. montaje: fernando pardo. intérpretes: leonardo sbaraglia, martín slipak, bárbara goenaga, luis machín, ana celentano, arturo goetz, federico luppi, antonia bengoechea, felipe villanueva, claudia cantero, manuel longueiras, rocío muñoz.
Historias de remordimientos y de venganzas, de miedos y de casualidades, y también de mentiras, y de cómo se puede construir una vida en torno a ellas, Sin retorno, debut en la dirección del hasta ahora ayudante de Marcelo Piñeyro, Miguel Tohan, fue la triunfadora (según cuentan los que estuvieron por allí, justa vencedora) del pasado Festival de Cine de Valladolid.
La cinta, coproducción hispano-argentina, aunque en el reparto la única cara patria sea la de Bárbara Goenaga, que además aparece demasiado poco, y hace de argentina (bastante creíble su acento, por cierto), narra la historia de dos familias entrecruzadamente.
Tras un accidente de tráfico, un joven muere atropellado. El culpable huye sin dejar rastros y sin pruebas que lo incriminen. Pero el padre del joven empieza la búsqueda del conductor. Un cúmulo de circunstancias y casualidades, y una justicia contaminada por la opinión pública y los medios de comunicación, llevan al hombre equivocado al banquillo de los acusados.
El director sabe narrar, de modo seco, austero, pero con paso firme, y acierta al no utilizar (casi en ningún momento) la música para acentuar las situaciones mostradas, con lo que son los simples hechos lo que vemos, nada más. Tras mostrar los actos que lo desencadenan todo, Cohan centra la primera mitad de la cinta en la tensión que provoca la culpabilidad en la familia del culpable, y en la mentira, y en como ésta va creciendo, hasta convertirse casi en un modo de vida. En la segunda parte, una vez que los acontecimientos se disparan de modo incontrolable, se centra en los oscuros recodos que puede tener la venganza.
Sin retorno, que cuenta con un excelente reparto, plagado de buenas interpretaciones, nos presenta a un director de futuro, un Miguel Cohan que narra con un ritmo incesante y un guión muy hábil, con varios giros bien pensados. Es interesante también la crítica a los medios, y sobre todo a la justicia, que se deja llevar, y que no investiga realmente, dejándose guiar por la presión de unos medios de comunicación que exigen encontrar al culpable ya.
estados unidos, 2010.
título original: winter's bone. directora: debra granik. producción: alix madigan, anne rossellini. guion: debra granik, anne rossellini, basado en la novela de daniel woodrell. fotografía: michael mcdonough. música: dickon hinchliffe. montaje: affonso gonçalves. intérpretes: jennifer lawrence, isaiah stone, ashlee thompson, valerie richards, shelley waggener, garrett dillahunt, william white, lauren sweetser, cody brown, cinnamon schult.
Todos los años surge una película pequeña, de esas que verdaderamente podría llamarse independiente, y que se convierte en la sorpresa del año, la que se cuela en todos los premios, en todas las listas de las mejores cintas de la temporada, y que puede llegar a dar la campanada en los premios gordos de Hollywood. En años recientes han sido películas amables, e incluso divertidas, como Juno o Pequeña Miss Sunshine. En esta ocasión, es una cinta más oscura, más adusta, y más dura, una cinta en la que es difícil entrar, pero que (una vez logrado el objetivo) acaba enamorando. Esa cinta es Winter's bone. Una película que, no nos engañemos, por mucho que digamos muy poca gente va a ir a ver, a no ser que contra pronóstico (como ocurrió con Crash hace unos años) acabe alzándose con el Oscar a la mejor película, cosa que (a priori) se presenta harto difícil.
Winter's bone es un retrato fiel y que huele a verosimilitud, de las entrañas de la America profunda, de una comunidad (en este caso en las montañas de Missouri) de cocineros de crack y que está hundida en la marginalidad, en la que Ree, una joven adolescente (la heroína de la historia, nuestra protagonista, una fantástica Jennifer Lawrence, que salta de los papeles secundarios en las series de televisión a este protagonista con sorprendente facilidad) debe luchar diariamente por sacar adelante a su familia, compuesta por su madre enferma y sus dos hermanos pequeños. Un día recibe la nefasta noticia de que su padre, desaparecido hace tiempo para ellos, dejó su pobre casa y el escaso terreno que poseen, como aval de una deuda que no ha satisfecho, con lo que en breve se quedarán en la calle.
Con un estilo cercano al thriller, al policíaco, al cine de investigación, Winter's bone es una historia dura de supervivencia en un territorio muy hostil, en una sociedad con reglas estrictas y que resulta extremadamente opresiva y asfixiante. Pero el aspecto delicado, bello y dulce de Ree esconde a una luchadora nata que no se rendirá jamás y que seguirá luchando por los suyos aunque todo y todos se le pongan en su contra.
Winter's bone es una de esas escasas películas que sigue viva y creciendo en la mente del espectador mucho tiempo después de haberla visto, de las que dejan poso. A ello ayuda el trabajo de Granik (hasta ahora, inédita en nuestro país), que sabe mostrar una historia dura preocupándose por sus personajes y sus problemas aunque sin caer en sentimentalismos. Una gran obra que, lamentablemente, no es una cinta de masas.
Hecha para gustar
estados unidos, 2010.
título original: the fighter. director: david o. russell. producción: dorothy aufiero, david hoberman, ryan kavanaugh, todd lieberman, paul tamasy, mark wahlberg. guion: scott silver, paul tamasy, eric johnson. fotografía: hoyte van hoytema. música: michael brook. montaje: pamela martin. intérpretes: mark wahlberg, christian bale, amy adams, melissa leo, mickey o´keefe, jack mcgee, bianca hunter, erica mcdermott, jill quigg, dendrie taylor, kate o'brien, jenna lamia, frank renzulli
El boxeo ha sido quizás uno de los deportes que más se ha visto reflejado en el cine, sino el que más. Ya desde los comienzos del cinematógrafo, en aquellos inicios de cámara estática, películas cortas, mudas y en blanco y negro, abundaban las grabaciones de combates reales de este deporte. Y en las últimas décadas, incluso directores importantes y conocidos por todos se han acercado al tema, desde Scorsese en su Toro salvaje a Eastwood en Million dollar baby, ambos (hay que decirlo) de modo brillante. El último en hacerlo, David O. Russell, con esta buena cinta que es The fighter, una de las sorpresas de la temporada y una de las películas que más reconocimientos y premios está recogiendo en los últimos meses.
No es una obra mala, jamás podría decir eso, nadie podría decirlo (y de hecho, si se pregunta a todos los que han visto la película, es extremadamente difícil encontrar a alguien que diga que no le ha gustado), pero lo cierto es que tampoco es tan buena como algunos quieren hacer ver. Está bien dirigida, las interpretaciones (sobre todo el cuarteto principal, Wahlberg, Leo, Adams y especialmente un demacrado Christian Bale), pero se ve a la legua que está construida para que guste, siguiendo unos patrones y unas pautas mil veces usadas, que saben que atrae al público, que emociona, sin ofrecer (en realidad demasiado), y que conocemos y podemos prever sin miedo a equivocarnos.
Y no me refiero aquí al hecho (hablo de la previsibilidad) de que esté basada en hechos reales. Es algo más. Es la estructura del filme, demasiado clásica, sin tomar ningún riesgo, ni en las formas, ni en los modos, ni en los contenidos. Es la misma historia que ya nos han contado montones de veces (la del boxeador con entorno familiar complejo y difícil, de bajo estrato social, que debe vencer todas las adversidades posibles, dejar de lado a los suyos (una madre opresiva y un hermano, otrora ídolo del protagonista, que ha devenido en un perdido adicto al crack), que se enamora de una chica que le apoya y con la que tiene problemas, pero al final triunfa el amor, el pundonor, el tesón, y la chica se queda, se reconcilia con la familia, y consigue el éxito deportivo)
The fighter es una película entretenida, está bien hecha, incluso hay momentos que emociona, pero se queda corta en los que elementos más crudos de la historia (las adicciones a las drogas de un inmenso Christian Bale (el Oscar está ya en sus manos) son el ejemplo más palpable de lo que digo, ya que el director es demasiado amable, demasiado indulgente, se nota que no quiere hacer sangre, y al final casi se convierte en un cliché, con los protagonistas reales de la historia apareciendo en los créditos finales, demostrando que se han redimido de su pasado, que todo marcha bien. Está hecha para gustar, y gusta, pero no tiene alma, no consigue ser más que un producto que dura lo que dura la proyección, y una vez que se encienden las luces, a otra cosa.
Casi, casi perfecta
estados unidos, 2010.
título original: black swan. director: darren aronofsky. producción: scott franklin, mike medavoy, arnold messer, brian oliver. guion: mark heyman, andrés heinz, john j. mclaughlin. fotografía: matthew libatique. música: clint mansell. montaje: andrew weisblum. intérpretes: natalie portman, mila kunis, vincent cassel, barbara hershey, winona ryder, benjamin millepied, ksenia solo, kristina anapau, janet montgomery.
Cuentan (hay quien dice que sólo es leyenda, que nunca ocurrió) que el insigne Galileo, después de pasar una temporada en prisión, volvió a su trabajo como profesor, “reconociendo” que se equivocó, que el Sol giraba alrededor de la Tierra, mientras ésta permanecía estática en el centro del Universo, y terminando su discurso con el famoso “y sin embargo, se mueve”.
Algo parecido puede entenderse de esta fantástica, verdaderamente fantástica, Cisne negro. Vale, los personajes son demasiado arquetípicos, y se han visto en innumerables películas (la chica dulce -en este caso, bailarina-; la chica oscura, y rival de la primera; la madre opresiva y absorbente; la profesional en decadencia a la que sustituye (y sufre por ello) la protagonista; y el director conflictivo y pasional...). Además, la protagonista se enfrenta a su reverso oscuro, un doppelgänger que tampoco es una novedad. Y vale, la historia no es nueva. Y, como decía Galileo, sin embargo... tiene un algo que hace que sea hipnótica, que te atrapa desde el primer momento y no te suelta hasta el último plano, hasta que Natalie Portman, tras finalizar su actuación, con lágrimas en los ojos, y plena de felicidad dice “It was perfect”, y sí, tiene razón, fue perfecto (que todo el mundo se tranquilice, no estoy desvelando nada fundamental de la trama con esto).
Nina es una bailarina, que lucha por alcanzar la perfección. El director de la compañía la elige para sustituir a la mítica Beth MacIntyre en una nueva y reformada versión de El lago de los cisnes, pero ella siente que Lily, una chica que acaba de llegar de San Francisco, quiere quitarle el puesto. Nina también debe lidiar con una opresiva madre, que siempre está encima de ella, acosándola. La presión a la que se ve sometida hace que, poco a poco, empiece a perder la cabeza, a no distinguir entre lo que es real y lo que no.
Darren Aronofsky consigue que el espectador se inmiscuya de lleno en las neurosis de Nina, nos mete de lleno en ellas, y hace que nos sintamos incómodos con sus turbadoras visiones. La cinta está repleta de símbolos (algunos demasiado evidentes), pero el gran trabajo de Aronofsky está en que, a pesar de todo, uno no pueda dejar de mirar, no sea capaz de retirar sus ojos de la pantalla en ningún momento. Además, el tratamiento que se le da al sonido, permitiéndonos oír el crujido de los huesos, las ráfagas de viento que se producen al girar, los cambios en la piel... es inmejorable.
Aparte del poker de damas (Portman, Kunis, Hershey, Ryder), y el rey (Cassel), hay otros dos grandes personajes en la trama: los pies (a los que Aronofsky presta especial atención, con planos cortos que los persiguen mientras las chicas bailan), y los espejos y/o reflejos, que cobran gran importancia en la mayoría de ocasiones y que están presentes casi en cada plano.
Cisne negro es una mezcla (extraña e inesperada) de drama, thriller psicológico y algunos toques magistrales de cine de terror. Aronofsky da en el clavo al saber usar las cantidades apropiadas de cada uno de estos géneros, y hacerlo en el momento apropiado, y le da a Natalie Portman (ganadora del Globo de Oro, el premio del Sindicato de Actores y de otros muchos, y futuro Oscar a la mejor actriz) la oportunidad de demostrar lo buena que es. Ella es, sin duda y con mucha diferencia, la mejor en esta maravillosa película. Una auténtica (e inesperada) obra maestra.