TÚ TE LLAMAS JUSTINE
Esclavitud
polonia, luxemburgo, 2005.
título original: masz na imie justine. director: franco de peña. producción: stéphan carpiaux, piotr dzieciol y wioletta gradkowska. guión: f. de peña y tomasz kepski. fotografía: arek tomiak. música: nikos kypourgos. montaje: jaroslaw kamiski. intérpretes: anna cieslak, arno frisch, dominique pinon, rafal mackowiak, mattieu carriere.
Alrededor de dos millones de personas son vendidas en el mundo cada año. Doscientas mil de ellas lo son como prostitutas en Europa, de las que quince mil son polacas. Mariola es una de ellas. Ante las escasas expectativas de futuro que se le presentan en su país, desea una nueva vida. Confiesa a su abuela, con la que vive tras la muerte de sus padres, y a sus dos mejores amigas, Hania y Ola, que se marcha con Artur, su novio del colegio, que le promete unas mágicas vacaciones en Alemania, donde viven los padres de este. Pero el viaje no es lo que parece, y nada más llegar a Berlín Artur la vende como esclava y es obligada a prostituirse con el nombre de Justine.

Estamos ante una historia que ha sido narrada en varias ocasiones, aunque no por ello deja de tener fuerza. Es más, es una de las películas que narran el tema que más intensidad reflejan la angustia que intentan transmitir. Por poner un ejemplo reciente podríamos hablar de esa serie holandesa con pretensiones de ser más de lo que en realidad es y que ha emitido Cuatro en un par de ocasiones, Matrioshki. La diferencia en la serie es que las chicas son diez, en vez de una, y su procedencia es distinta, ya que éstas son de Ucrania. Y la más importante, la serie parece una mera excusa para desnudar a todas y cada una de las actrices protagonistas a la menor oportunidad, y en esta cinta, la debutante Anna Cieslak (este es su primer trabajo frente a las cámaras, y pese a ello demuestra una gran solvencia) no muestra su cuerpo ni en una sola ocasión.
La cinta se centra en el trauma de la chica, en su situación mental, su dolor psíquico al verse encerrada, en un piso sucio, vacío, de una ciudad desconocida en la que no tiene nadie a quien acudir ni a quien pedir ayuda, sin tener además la más mínima posibilidad de escapar. Tras un tiempo que se le hace eterno y en el que sufre alguna que otra vejación por parte de sus captores, pronto decidirá ceder, entregarse, hacer todo lo que le pidan, y esperar, esperar, a que alguien se compadezca, a un error, a una puerta entreabierta por la que huir. Pero el tiempo pasa y nadie se ofrece a ayudarla, ninguna puerta queda entreabierta.
Sorpresiva película, que pese a tener un final ciertamente complaciente, mantiene cierta tensión y el espectador queda con un pellizco en el estómago con las vicisitudes (y perdón por la palabra, que no es la más agraciada para la situación) de la chica.
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